en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Cuando raya en lo pintoresco, el optimismo se estropea.

Casi a la misma hora que el presidente George W. Bush advertía del riesgo de una catástrofe económica a escala planetaria si el Congreso no aprueba pronto su plan de intervención económica, el primer ministro español daba por seguro que, en sólo tres o cuatro años, España atrapará a Francia, le guste o no a Nicolas Sarkozy.

 ¿Aumentan o mitigan el nerviosismo del personal las optimistas previsiones de José Luis Rodríguez Zapatero en Nueva York? ¿Tranquiliza el ánimo esa férrea confianza en el futuro? ¿Acentúa la inquietud?

A favor del presidente hay que decir que la obligación de un gobernante es garantizar la confianza. Y no hay confianza sin unas mínimas dosis de optimismo. Pero…. Siempre hay un pero. El vicepresidente económico, que no perdería la calma ni aun en el supuesto de que hoy mismo se repitiese el Crack del 29, declaraba, solemne, que el Gobierno jamás ha negado la crisis.

Cuando raya en lo pintoresco, el optimismo se estropea. Se vuelve dulzón, empalagoso. Todo estado de ánimo ha de tener una correcta tensión interna. Ha de guardar una proporción con la atmósfera exterior. Proporción, esta es la palabra. La falta de proporción, en un dibujo, en una escultura o en una política, poco o mucho, siempre altera los nervios. ¿O no?

Leído en La Vanguardia. Y esto vale en Nueva York, en Madrid, en Euskadi y en Honolulu.  A buen entendedor ...