en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Lo que está en juego es ¿quien decide, nosotros democraticamente o los obispos jerarquicamente?

Cuando ya estabamos preparandonos en Occidente para el debate entre la razón democrática y el fundamentalismo islamista, va y viene la Iglesia Católica dispuesta a no dejarse arrebatar el primer puesto en la lucha, otra vez, contra la Ilustración, la Razón, la democracia. El aborto solo es una excusa en su larga batalla para devolver al ser humano a la minoría de edad, necesitado de ayatollahs que le digan no sólo lo que puede y no puede hacer, sino que le impulsen a imponer esas opiniones a los demás, por la fuerza.



Impelido Kant a resumir en una frase la esencia de la Ilustración, dijo aquello de “atrévete a pensar por ti mismo”. A partir de ahí, la convivencia social se basa en leyes creadas por los seres humanos de acuerdo con su razón, tras un debate público de argumentos y según el criterio democrático de la mayoría, aunque garantizando el respeto a las minorías. Se admite que existan opiniones distintas sobre las cosas, que nadie tiene la verdad en exclusiva y, por tanto, el pluralismo y la democracia es el único sistema posible para alcanzar acuerdos.


Todos los países en los que, además, se impuso la reforma protestante del cristianismo en el sentido de vivirlo como experiencia privada entre el individuo y su Dios, armonizaron con mayor facilidad la convivencia entre fe y ciencia así como entre fe y política haciendo compatible, como hemos visto con Obama en USA, la religión y la política, cada una en su espacio de actuación.


Mas problemas tuvimos los países en los que se impuso una versión del cristianismo que, de nuevo, rebaja al individuo hasta hacer necesaria la existencia de un intermediario institucional, la Iglesia jerárquica, entre los seres humanos y Dios al que sólo se puede acceder, entender y obedecer por medio de lo que en cada caso digan sus representantes terrestres.


Si uno cree que es poseedor de la verdad, la única verdad, todos los que no opinen como él estan en el error y no es posible negociar ni llegar a acuerdos entre la verdad y el error. Además, su verdad debe imponerse, no solo mediante la convicción, sino mediante la fuerza si es necesario. Las cruzadas, la inquisición, las misiones etc. forman parte de esta manera de entender las cosas de quienes, al reconocer que, a veces, se han equivocado, como hizo el Papa con Galileo, entran en una profunda contradicción.


(Este interesante artículo sigue en el blog de su autor Jordi Sevilla )