en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

jueves, 1 de marzo de 2012

Cariño, ¿y esto?


El juez no tiene claro si es un tema que afecta solo al marido o tiene también algo que ver su pareja. Dice que no hay pruebas y que ella no se enteraba de nada. Y eso sí que es de preocupar, porque no puede tener tantas limitaciones. Me imagino la escena: salen del coche, la coge de la mano y abre la puerta del palacio de los ocho millones. «Cariño, ¿y esto?», diría ella, con cara de asombro y perplejidad: un milagro es un milagro, al fin y al cabo. Seguramente no se le ocurrió nada más, porque como no se ha enterado de nada... Y la escena se repite con cada uno de los tres (o cinco) pisos restantes. Y no se repite con los garajes y trasteros porque supongo que no la llevó allí, y si la llevó, seguramente no la cogió de la mano.

Intuyo, aunque no tengo pruebas, que en el matrimonio sabían los dos lo que ganaba cada cual. Y pienso que, por muy Infanta que sea, también a ella se le habrían ocurrido las mismas preguntas que se nos ocurren a todos y cada uno de nosotros. Porque, vamos a ver, supongo que no necesitaría una calculadora para darse cuenta de que aquello excedía un poco las posibilidades que tenían ambos.

¿Pensaba, acaso, que allí donde decía «transferencia a no sé qué cuenta de no sé qué isla», estaba en realidad apoyando a la ONG de Viviendas para los sin techo? ¿Cuando le abrieron la puerta del pisito de los 8 millones (a ver, con la calculadora...: en efecto, 1.330 millones de las antiguas pesetas, incluidos pequeños arreglos), pensó que era un regalo natural en sociedades sin ánimo de lucro? ¿O no pensó nada? Cualquiera de las dos posibilidades me sume en el desconcierto.

De pello Salaburu en El Correo del pasado sábado