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miércoles, 23 de mayo de 2012

Obispofobia

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QUIERO comenzar declarando que no tengo nada en contra de los obispos en general como seres humanos que se dedican a una vida que muchos tildarían de antinatural pero que yo comprendo y respeto. De hecho, puedo además afirmar que he conocido a más de uno encantador y hasta con algún otro he llegado a tener amistad. No tengo especial obispofobia, aunque cuando uno lee las declaraciones del obispo de Alcalá, y descubre cómo le bailan y aplauden las gracias en muy altas instancias y en su obispado se dedican a hacer proselitismo de esa obsesión que tiene con los gais, se me hace difícil ser ecuánime.

Es cierto que Reig Pla es de esos obispos ultras, que lo mismo santifican el día de la muerte de su Caudillo (para el resto, ese dictador que tuvo nuestro país), que arremeten contra las mujeres y su derecho a decidir o contra los homosexuales que, por lo que decía este señor aprovechándose del eco de salir en la tele pública, acaban encontrando el infierno (en los brazos de otros hombres, o algo así: lo cierto es que lo decía de una forma tan obscena que no se si estaba ligando o metiendo miedo). 

La cosa no debería ir más allá si no fuera porque una y otra vez vuelven a tocar cuestiones que son derechos fundamentales que ellos no aceptan ni quieren que una sociedad democrática permita y regule. 

Y en cuanto uno se queja porque te califiquen de antinatural, desordenado o directamente de criminal, se escudan, como este fin de semana han hecho en el obispado madrileño, de que todo es un montaje de un lobby gay. O sea, el acosador se siente acosado. Es decir, el victimario, víctima. Tiene gran habilidad en eso la Iglesia, no nos cabe duda. De verdad, cuando leí en Semana Santa las tonterías de ese obispo pensé que era mejor olvidarse, que otra vez tenemos un lenguaraz con anillo, mitra y báculo. Pero lo peor que podemos hacer es permitir que impunemente nos insulten simplemente por desear una sociedad libre y respetuosa con todos. 

No soy obispófobo, créanme, pero hay días en que me lo ponen muy difícil.

POR JAVIER ARMENTIA