en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

domingo, 3 de junio de 2012

La historia del colibrí.


Cuentan los guaraníes que un día se declaró un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos.
De pronto, el jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí en dirección al fuego. Le extrañó sobremanera, pero no quiso detenerse.
Al instante lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Pudo observarlo ir y venir repetidas veces hasta que decidió peguntar al pajarillo, pues le pareció un comportamiento harto estrafalario.
- Qué haces, colibrí?, le preguntó.
- Voy al lago –respondió el ave- tomo agua con mi pico y la arrojo al fuego para apagarlo.
El jaguar se sonrió.
- ¿Estás loco? ¿Crees que vas a poder apagarlo?, tú solo, con tu pequeño pico?
- Bueno, respondió el colibrí, yo hago todo lo que puedo.
Y, tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.


Traigo a colación esta historia porque me parece oportuna y necesaria para instar al compromiso y a la responsabilidad de cada uno.
Es probable que nos encontremos en el camino con un jaguar, aparentemente sensato pero sin duda escéptico, que nos pregunte con un tono de ironía e incluso de burla sobre el sentido de nuestro esfuerzo y de nuestra esperanza. Es probable que nos repita la pregunta:
- ¿Estás loco? ¿Crees que vas a conseguirlo tú solo con tu pequeña aportación?
Es probable que la actitud del colibrí pueda ser tachada de ridícula o de estúpida. Sería mejor para él descansar en la rama de un árbol que agotarse estérilmente e, incluso, correr algún riesgo de quemarse.
Es probable que las personas bienintencionadas y ejemplares sean tachadas de estúpidas por quienes consideran inútil el esfuerzo y el carácter generoso de la bondad. Hay en nuestra cultura una idea peligrosa que hace desaparecer la línea divisoria entre la estupidez y la bondad. Se confunde muchas veces al tonto con el generoso. Inteligente es quien engaña, roba, extorsiona sin ser descubierto. Tonto es el que trabaja, el que ayuda, el que vive honradamente.
No sé dónde leí que, en la ciudad de Santiago del Estero, un anciano fue a empadronarse. Le preguntaron por el nombre, la edad, el domicilio, el estado civil… Y, después, le dijeron:
- ¿Tiene hijos?
- - Sí, cinco.
- ¿Todos vivos?, precisaron.

Y él contestó:
- No, dos trabajan.

Es decir, que el vivo, el listo, el que verdaderamente sabe, es el que vive sin trabajar, sin respetar a los demás, sin cumplir con sus obligaciones ciudadanas. El que hace todo lo contrario es porque es tonto. Esa es la actitud que quiero denunciar en estas líneas. Frente a ella propongo como un programa de vida, como una actitud benéfica, la historia del colibrí.
Creo que cada uno ha de repetirse cada día, cuando afronta la responsabilidad de hacer frente a las exigencias de su trabajo y de su relación con los otros, cuando se apresta a cumplir sus obligaciones ciudadanas:
- Por mí, que no quede.