en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

martes, 13 de noviembre de 2012

Mañana, otra. ¿Y qué?

La segunda huelga general en España contra el Gobierno de Mariano Rajoy en menos de ocho meses -la octava por motivos estrictamente laborales desde la reinstauración de la democracia- está lanzada. A nivel de Euskadi, "siempre" hay que añadir alguna más.

Y esta nueva convocatoria de mañana lo hace con un nivel de afiliación de todos los sindicatos en general a la baja. Es decir, cada vez son menos representativos de esa población que vende su trabajo a cambio de un salario.

Los últimos datos oficiales (correspondientes al año 2010) muestran que el 16,4% de los ocupados estaba ese año afiliado a una central sindical. Pero con un claro sesgo en función de la edad y del sector de actividad económica. La mayoría de los afiliados tiene más de 45 años y trabaja en algún organismo de carácter público. En el primer caso, la afiliación alcanza el 21,1% entre quienes tienen más de 45 años y menos de 54; y en el segundo, la militancia sindical llega al 33%. Fijaros como serán otros datos para que la media dé 16,4%.

Si esto se trasladase a la clase política y a la actividad política en general el sistema democrático del que nos hemos dotado estaría claramente en peligro. En cambio el sindicalismo, los sindicatos y los sindicalistas viven y actúan como si fuesen ajenos al párrafo anterior.

La huelga de mañana no va a ser ningún éxito. Quizás sí las movilizaciones. Ni en Europa, ni en España y, por supuesto, menos en Euskadi, donde algunos irán a trabajar casi como si fuera el 25 de Octubre o el 6 de Diciembre.

Siendo poco discutible todo lo anterior, sería conveniente que los sindicalistas con mando en plaza actuasen de cara al público en función de lo que, en general, reconocen cuando hablas con ellos en privado. No tiene sentido quemar las pocas esperanzas de la gente en acciones tan poco fructíferas para la población asalariada en general.