en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

sábado, 18 de noviembre de 2017

En campaña, quien use oraciones subordinadas para entrar en matices solo perderá votantes.

Para canalizar el conflicto en el interior de sociedades plurales, la democracia representativa se mueve en el filo de la navaja: promueve la diversidad de valores e intereses, pero reclama de sus protagonistas disposición al diálogo razonado en busca del consenso. No hay que ponerse de acuerdo a la fuerza, sino esforzarse por deliberar con respeto a las reglas del juego y en el marco de las leyes. Se trata de un ideal regulativo, que trata de reducir los niveles de ruido blanco que inevitablemente produce una realidad social abigarrada, caótica, desordenada. Pasar del exabrupto a la persuasión y del eslogan al argumento: he aquí un programa de mínimos para la cultura democrática.
elmundo.es/opinion/2017/11/18
Sucede que la competición electoral en las democracias de masas pervierten estas nobles aspiraciones, abriendo en el mercado partidista una eterna temporada de rebajas. Quien use oraciones subordinadas para entrar en matices solo perderá votantes; los ganará el que opte por la promesa más inverosímil en la frase más corta. Y en un contexto marcado por la crisis de expectativas y la transformación digital del espacio público, la tentación del sensacionalismo será aún más fuerte. Ya que si la provocación o la mentira atraen la atención de una ciudadanía convertida en audiencia, ¿por qué no provocar y mentir? De hecho, ¿por qué no dejar a un lado la argumentación para dedicarse a la performance?
Por este camino, la cuarta pared del teatro político se rompe y el diputado se convierte en troll. O sea, en un agente provocador dedicado al terrorismo simbólico con objeto de excitar emocionalmente a sus seguidores. ¡Ejemplaridad negativa! Y peligro para las democracias: si gobernara el bufón, se nos helarían las sonrisas.