en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Puigdemont, una atracción turística más de Bruselas.

Los turistas españoles que aterrizan en Bruselas salen a la calle con la batería del móvil al 100%. Para fotografiar la Grand Place y los canales de Brujas, claro. Pero sobre todo por si se topan con Carles Puigdemont.

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Waterloo y Gante son lugares adecuados para toparse con Carles Puigdemont. Él también aspira una hornacina en la Historia. Y eso incluye que en próximos siglos haya turistas que visiten y fotografíen los enclaves de su exilio. De momento, Puigdemont está teniendo un éxito innegable y un impacto en la comunicación del siglo XXI que ningún gurú habría podido planificar. En menos de un mes, se ha convertido en una atracción turística más de Bruselas, como los mejillones, la Gran Plaza, el Manneken Pis, o los chocolates.

Nadie hubiera dado un duro por el liderazgo político de Puigdemont la noche en la que se fugó de España. Ni los días siguientes, en los que fue descalificado con chanzas y burlas que lo presentaban como a un hombre ridículo, esperpéntico y poco valiente por abandonar a Jordi Sànchez, Jordi Cuixart y Oriol Junqueras a su mala suerte carcelaria.

La realidad política de Puigdemont, a un mes de las elecciones en las que se presenta como candidato, dista mucho de ser la del líder fracasado que carga con el desprestigio de la ruinosa declaración de independencia. Por el contrario, el ex presidente de la Generalitat es ya el auténtico fenómeno político de la precampaña catalana. Los encuestadores y los partidos no dan crédito a la espectacular escalada de intención de voto de la lista del president. Que ni siquiera es la del PDeCAT, sino la suya propia y personal.

En quince días, Puigdemont se ha puesto segundo en los sondeos. Y como Junqueras no salga pronto de la cárcel, igual le gana. Muchos ciudadanos catalanes comulgan con su relato histórico. Así son las cosas, aunque igual no es así como se las hemos contado.