Erikenea

lunes, 30 de junio de 2025

Se acabaron las fiestas. La reflexión de un refugiado
por contaminación acústica extrema.

 Hemos vivido las fiestas del 25 sin mayores novedades ni cambios con respecto a otros años.
Los cafres aficionados a pintar en pared ajena se han explayado un año más. Todos los años lo hacen el mismo día y en el mismo momento, tras montarse las choznas, pero nuestra policía no puede descubrir a los guarros que año tras año. aparentemente de manera impune, derrochan imaginación con sus eslóganes y reivindicaciones en fachadas y cristaleras.
Y hablando de la policía también me gustaría señalar la discutible política de cortes de calle durante los días festivos. Discutible y poco informada.

Pero mi intención en este post es otra.
Tengo que reconocer que tras disfrutarlas durante el día al anochecer me iba a Bilbao a dormir. Y podía dormir perfectamente incluso con la ventana abierta.
Volví la noche del domingo, una noche que otros años ha sido más corta y relajada, pero este año ha batido el récord de la insensatez. 

Si bien los bares apagaron sus altavoces a una hora razonable en estos casos, los de las choznas machacaron con alto volumen y músicas de discutible calidad, algunas más próximas al simple ruido que a una armonía musical hasta las 6:15 am . Además, las personas que aguantaban la tortura de los bafles eran solo unos pocos jóvenes, muy pocos. Y uno humildemente se pregunta si menos del 0,4 por ciento de la población tiene derecho a impedir el descanso del resto.

Si a eso añades que cuando se van de camino a casa, vociferando y con las vejigas llenas, algunos, van meando en las persianas de los comercios y/o donde les daba la gana, y que pocos minutos después de su deseada ausencia, aparecen los trabajadores de la limpieza con sus aspiradoras e instrumentos "sonoros", entendibles, pero también ruidosos, se puede hacer una idea el lector de lo que el que suscribe ha podido dormir esta noche.

Vayan preparándose en Larrabasterra.