Nico Williams, sencillamente, no se ha fiado del Barcelona, no se ha fiado de Joan Laporta, como sucedió el año pasado, y esta vez, dadas las circunstancias y dado el nivel de presión al que había llegado la caldera de este caso, ha decidido sacarla del fuego con una renovación hasta 2035 aceptando una cláusula de 90 millones.
El Barcelona no le daba garantías para su inscripción. Sólo promesas más o menos gaseosas. Necesitaba un par de traspasos para cumplir el fair play financiero y no los conseguía materializar, al menos en los plazos que deseaba Nico Williams y además, el club azulgrana no estaba dispuesto a incluir en el contrato del futbolista rojiblanco una cláusula de liberación en el caso de no ser inscrito.
Las cosas habían llegado tan lejos que no parecía existir la posibilidad de la marcha atrás para ninguna de las dos partes. Ese tren ya no podía detenerse. A esto se aferraba el Barcelona, convencido de que Nico sólo pensaba en cumplir su sueño de ser jugador culé y compartir equipo con su amigo Lamine Yamal, el gran valedor de su fichaje, incluso por encima de Hansi Flick.
Para el Athletic es una garantía y para el futbolista no es un grillete. O mejor dicho: no es una jaula para un pájaro que siempre ha querido volar y que lo acabará haciendo porque va en su naturaleza. Irse dejando 90 millones, y no al Barcelona, donde ya es persona non grata per secula seculorum, sería una salida muy digna y con posibilidad de regreso, al estilo de la de Aymeric Laporte.
Para athleticzales, el hecho mismo de ver el cabreo monumental del Barça ya es un subidón comparable a una garrafa de Red Bull. Por otro lado, que Nico, en sus primeras declaraciones sobre el caso, saliera diciendo que, a la hora de tomar decisiones, lo que más le pesa a él «es el corazón» nos provocó una sonrisa irónica. Era el día señalado para ese tipo de demagogias. Este negocio es así, oiga.
Uriarte ha conseguido algo muy grande. Lo importante de verdad es que ha conseguido mantener intacta una plantilla de Champions. Esto es algo nuevo en los últimos treinta años. Durante este tiempo, el Athletic ha visto cómo cada vez que el equipo se ponía en el foco europeo se le marchaban la mayoría de sus estrellas. Tras la primera temporada inolvidable de Bielsa, por ejemplo, se inició un desfile que duró varios años: Javi Martínez, Llorente, Kepa, Herrera y Laporte... Conseguir ahora, atadas sus figuras con contratos largos, mantener el grupo e incluso reforzarlo con los fichajes de Laporte y Areso es un paso adelante extraordinario. En cierto modo, es entrar en otra dimensión. Y como tal hay que celebrarlo.