Han pasado varios días desde la publicación oficial del Informe PISA 2015 y el ruido mediático continúa en plena efervescencia. Es curioso que en una época como la actual, donde nada aguanta más allá de unas horas en el paraíso informativo, los diarios en Euskadi lleven días abriendo su portada con la misma noticia. Entre las razones que justifiquen tanta demanda informativa, posiblemente estas dos sean de tener en cuenta:
La primera está relacionada con todo el despliegue mediático que mueve la OCDE, a través de informes, recomendaciones o avisos. A comienzos de siglo la prueba se diseñó para diagnosticar debilidades y fortalezas de la educación; hoy es una liga de países –la Champions League de la educación-.
¿Qué tiene de malo este nivel competitivo? ¿No es acaso la vida una pura sucesión de pequeñas competiciones (en la familia, escuela, trabajo, amistades) a las que nos acostumbramos paulatinamente? ¿Por qué no competir, entonces, en conocimientos, competencias y destrezas curriculares? ¿Acaso, la escuela debería quedar exenta de esta realidad? ¿No es bueno conocer el nivel medio de nuestros/as estudiantes, saber si pueden medirse con otros/as en cualquier parte del mundo?
Pues sí y no, que diría el gallego. Conviene que la prueba de medición responda a la mayoría de habilidades que el alumnado evaluado debe tener a los quince años (edad en la que se realiza actualmente PISA) y no tan solo a conocer sus competencias lectora, matemática y científica y empresarial ¿Y el resto? ¿Qué sabemos sobre su actitud crítica, su sentido democrático de la vida o sus valores humanos? ¿Por qué no se evalúan? ¿Quién decide no hacerlo? ¿Acaso no interesa conocer si estamos cultivando o privando su sensibilidad artística? ¿Y el nivel de solidaridad y/o generosidad que demuestra tras varios años en proceso de socialización? ¿Importará si está emocionalmente formado/a?
La segunda razón que explicaría el intenso despliegue informativo vasco sobre PISA 2015 tiene que ver, en mi opinión, con los resultados obtenidos por Euskadi, una comunidad que estaba acostumbrada a colocarse en los lugares “champions” en Europa y, por supuesto, por encima del resto de territorios de España y que, sin embargo, se ha visto superada por varias de estas y relegada a puestos por debajo de la media española.
Necesitamos un amplio consenso en el tratamiento de los modelos lingüísticos en esta CCAA, sin trampas ni prejuicios ideológicos. Ésta y otras muchas cuestiones que irán apareciendo con el tiempo deben servir de estímulo suficiente para sentirnos orgullosas/os de pertenencia a esta comunidad educativa. No el que lo demanden la OCDE ni un mal entendido patriotismo cultural.