30.
Pedro e Irene se encontraron a la una en la Ramona. Allí tomaron un vino. Luego, molestos por la pertinaz lluvia y el excesivo frío, caminaron bajo un insuficiente paraguas que había traído Irene hasta la plaza Moraza, dónde Pedro le propuso tomar un segundo crianza. Ella mostró su asombro por los bares de la plaza.
A continuación conversaron sobre lo que les había sucedido durante las últimas jornadas. Como venía siendo habitual, la mayor parte del tiempo era ella quien tenía la palabra. Pedro, como siempre, disfrutaba oyéndola. Y así fueron subiendo por la calle Matiko hasta el portal en el que vivía Pedro.
-Es un humilde portal, pero ya verás qué vistas tengo.
Una vez en el piso, Irene mostró su sorpresa por lo ordenado y limpio que estaba todo. Le gustó la luminosidad y la cantidad de plantas que daban color y dosis de vida a cada uno de los rincones de la vivienda.
La mesa estaba preparada en la sala, con un discreto mantel de tonos verdes, con las sencillas cerámica y cubertería de ikea.
Durante la comida, el bacalao y el cava que Pedro había prometido, Irene le habló de la amiga suya que se había divorciado recientemente, con la que tal vez montara la tienda de decoración en una fecha temprana. Le contó que llevaba años metida en la política como concejala del Ayuntamiento de Bilbao, y que estaba harta de todo. Le contó que quería dejar la política y dedicarse a algo diferente. El negocio proyectado no tenía más pretensión que la de mantenerlas ocupadas, divertirse y no perder dinero. Ninguna de las dos necesitaba atesorar más euros en sus cuentas corrientes.
-¿No será tu amiga una mujer elegante, de pelo cardado, bajita y un poco entrada en carnes?