Esperaban la liberación, a primera hora del lunes, de los 20 rehenes que se creía que aún estaban vivos y el posible fin de una guerra brutal que dejó a Gaza destruida y a Israel, a la vez más fuerte y más aislado diplomáticamente que nunca.
Pero lo que dominaba el momento era la pregunta de si este acuerdo podría haberse alcanzado mucho antes, cuando más rehenes podrían haber estado vivos y antes de que decenas de miles de palestinos fueran asesinados.
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Simplemente. Razones pueden encontrarse varias.
Y Netanyahu ha entendido que no le puede llevar la contraria
cuando el presidente de EEUU "manda parar".