La política ha abandonado en nuestro país con la llegada del otoño y el nombramiento de Rajoy, de nuevo, como Presidente de Gobierno, el campo de las disputas ideológicas, tan irreconciliables como inútiles, y ha retornado al terreno del arte de lo posible, de lo pragmático y de lo creíble.
Los hallazgos de Pedro Sánchez –el antológico «no es no» y el memorable descubrimiento de «las derechas con las derechas y las izquierdas con las izquierdas»–, han dado paso a que el PSOE pacte con el PP en Madrid y con el PNV en el País Vasco, en donde sus mismos partidarios han encontrado la fórmula de mezclar lo que parecía el agua con lo que parece el aceite.
Y nos quedan aún nuevas metas, retos que fueron imposibles y ahora pueden ser reales. Me refiero al pacto por la Justicia, al pacto por la Educación y, puede que incluso, a la reforma de la Constitución.
No hay mal que por bien no venga. No hay mal tan malo del que no resulte algo bueno y si se consiguen acuerdos de amplia mayoría de los que nadie, en principio, se desmarque por mera estrategia electoral, a lo mejor ...