Desde mañana, 133 cardenales reunidos en la Capilla Sixtina tratarán de alcanzar los dos tercios de mayoría que exigen las normas del cónclave para determinar quién será el hombre encargado de pilotar la Iglesia católica tras el pontificado de Francisco en una nueva etapa en la que se presentan importantes desafíos internos y externos. En realidad, a partir de mañana empiezan a votar, pero las negociaciones llevan muchas semanas y mañana, realmente, simplemente se abren las urnas.
Uno de los principales retos será encontrar un candidato que mantenga la unidad dentro de una organización a la que pertenecen 1.200 millones de personas en todo el mundo. Llama la atención que en la organización más longeva de occidente, cohabiten personas de ideologías tan dispares y que aparentemente, deseen seguir juntas.
El legado de Francisco ha generado tensiones internas notables. temas como el diálogo con la comunidad LGTBI y las minorías, su opinión sobre los inmigrantes y refugiados, su adopción de un lenguaje inusualmente directo contra la destrucción ambiental, su reconocimiento público de los numerosos casos de abusos sexuales en todo el mundo cometidos por sacerdotes y religiosos y la disolución irrevocable de movimientos religiosos donde se han producido abusos son los elementos más relevantes de su legado, que no todos los cardenales comparten, ni mucho menos.
En el ámbito internacional, también hay que recordar que el nuevo papa tendrá que clarificar y aclarar las relaciones con China, con la que el Vaticano tiene firmado un polémico acuerdo secreto muy cuestionado.
El cónclave se presenta así como una encrucijada histórica. La Iglesia deberá definir si desea reafirmar el giro pastoral y social iniciado por Francisco, si opta por un retorno al inmovilismo doctrinal, o lo que es más propio de la entidad, ni fu, ni fa, ni blanco, ni negro, ni todo lo contrario.