Esta semana hemos visto, una vez más, como la "Cúpula de la Iglesia Católica Española", haciendo seguidismo descarado de la derecha y extrema derecha española, piden con toda la desfachatez de los que recuerdan eso de " consejos vendo que para mí no tengo", que en España hay que "adelantar las elecciones".
Y ese tipo de declaraciones políticas de la cúpula católica me recuerda la necesidad de aclarar las relaciones "político/económicas" con esa organización. Hablamos del Concordato.
Los acuerdos de 1979 entre España y la Santa Sede recogen una cláusula que jamás se ha aplicado. Una cláusula a través de la que la Iglesia católica se compromete a autofinanciarse.
Este es un escenario que se ha convertido en una auténtica quimera. Por el contrario, el dinero que cada año destina el Estado a través de la, así llamada, asignación tributaria, al sostenimiento del clero católico y de los asuntos terrenales de la Conferencia Episcopal, que supone casi un cuarto, un 23%, de sus ingresos totales, según se recoge en sus memorias.
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Este es un escenario que se ha convertido en una auténtica quimera. Por el contrario, el dinero que cada año destina el Estado a través de la, así llamada, asignación tributaria, al sostenimiento del clero católico y de los asuntos terrenales de la Conferencia Episcopal, que supone casi un cuarto, un 23%, de sus ingresos totales, según se recoge en sus memoria, es cada vez mayor y no tiene fecha alguna de caducidad.
En 2006, con José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) como presidente se acordó que con carácter indefinido, el Estado destinaría al sostenimiento de la Iglesia Católica el 0,7% de la cuota íntegra del IRPF correspondiente a los contribuyentes que manifiesten expresamente su voluntad en tal sentido. Un acuerdo lamentable que llegó después de que la jerarquía católica renunciara a privilegios en el IVA, sobre los que la Unión Europea había llamado la atención muchos años antes.
La Iglesia está muy cómoda con el sistema de acuerdos, que son muy beneficiosos. Es una forma de jugar un poco tramposa. ¿Por qué el Gobierno no llega a un acuerdo de Estado con otras fuerzas políticas? ¿Por qué no legisla para evitar que haya ciudadanos de primera, de segunda y de tercera y provoca que todas las confesiones tengan un régimen de financiación semejante? Ahí habría que ver qué privilegios son sospechosos de inconstitucionalidad.
¿Por qué el Estado tiene que financiar las instituciones religiosas? ¿Por qué esa financiación? Hay un coste oculto de la cara amable del Estado: si dedico X dinero a la Iglesia, lo estoy detrayendo de otras necesidades. Son menos ingresos que tienen las administraciones.
Probablemente, los vientos no corren a favor para replantearse el "Concordato", pero si como sociedad fuésemos un poquito más serios, cerrar esa etapa resulta absolutamente razonable.
En 2006, con José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) como presidente se acordó que con carácter indefinido, el Estado destinaría al sostenimiento de la Iglesia Católica el 0,7% de la cuota íntegra del IRPF correspondiente a los contribuyentes que manifiesten expresamente su voluntad en tal sentido. Un acuerdo lamentable que llegó después de que la jerarquía católica renunciara a privilegios en el IVA, sobre los que la Unión Europea había llamado la atención muchos años antes.
La Iglesia está muy cómoda con el sistema de acuerdos, que son muy beneficiosos. Es una forma de jugar un poco tramposa. ¿Por qué el Gobierno no llega a un acuerdo de Estado con otras fuerzas políticas? ¿Por qué no legisla para evitar que haya ciudadanos de primera, de segunda y de tercera y provoca que todas las confesiones tengan un régimen de financiación semejante? Ahí habría que ver qué privilegios son sospechosos de inconstitucionalidad.
¿Por qué el Estado tiene que financiar las instituciones religiosas? ¿Por qué esa financiación? Hay un coste oculto de la cara amable del Estado: si dedico X dinero a la Iglesia, lo estoy detrayendo de otras necesidades. Son menos ingresos que tienen las administraciones.
Probablemente, los vientos no corren a favor para replantearse el "Concordato", pero si como sociedad fuésemos un poquito más serios, cerrar esa etapa resulta absolutamente razonable.