Me alegro de que la cadena humana entre Durango y Pamplona fuera un éxito, como así lo definen sus organizadores. Me alegro de que nada empañara una jornada festiva y ejemplo de un loable ejercicio del derecho de manifestación. Me alegro de que hubiera respeto a la libertad. Pero si alguien me pregunta qué diferencia encuentro entre la jornada del 7 de junio y la del día 8, diría que lo que ha quedado en evidencia en esas 24 horas es que la facultad de movilización de la izquierda abertzale continua intacta. Y, en estos tiempos que corren, eso ya es mucho
No dudo de que Gure Esku Dago (está en nuestra mano) sea la plataforma plural que dice ser, pero intuyo que la movilización promovida desde el ejemplo que ha brindado la autodenominada Asamblea Nacional Catalana, ha tenido su base fundamental en la izquierda abertzale. También se han sumado, claro está, algunos militantes del PNV y supongo que votantes de Ezker Batua o Podemos, que dieron su público apoyo a la iniciativa, han unido igualmente sus manos. Pero como se suele decir, los que han cortado el bacalo han sido los tradicionales seguidores de la antigua Batasuna, que para eso tienen claro lo que significa el “derecho a decidir”.
Y es que a pesar de que el eslogan no puede ser mejor, (que me digan quién se opone a tomar la riendas de su futuro) también es cierto, que hoy por hoy, no existe un consenso político sobre qué significa y qué entraña ese maravilloso lema. Ni tan siquiera observo que en el campo del nacionalismo vasco, que es donde más se ha reivindicado el término, haya una idéntica manera de interpretar de qué, cómo, sobre qué y de quienes hablamos cuando nos referimos al derecho a decidir.