Atender a la autoridad y criterio saudíes a la hora de juzgar quién es terrorista, como ha hecho Donald Trump, es pedir consejo a la zorra para proteger a las gallinas. Es nula la credibilidad de las acusaciones de complicidad con el terrorismo lanzadas contra Qatar, que en ningún caso protege a los grupos terroristas más de lo que ha hecho Arabia Saudí, con el eximente de que los cataríes han apoyado los movimientos democráticos en la región a través de la cadena de televisión Al Jazeera.
Es interesante notar que los terroristas arrepentidos reciben mejor tratamiento en Arabia Saudí que los presos políticos detenidos por las protestas democráticas o que los presos de conciencia, como Raif Badawi, escritor y bloguero detenido desde 2012 y condenado a diez años de prisión y a 10.000 latigazos —suministrados de 50 en 50 durante 20 semanas— por insultar al islam, una imputación que también le habrían hecho los asesinos del Estado Islámico. Los saudíes podrían empezar a hablar de terrorismo con autoridad si antes dejaran en libertad a Raif Badawi.