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La tecnología y el capitalismo han sido dos ideas que siempre han estado presentes en el trabajo de Zuboff. Interesante reflexión recogida en "ideas" de El País. En esta conversación comenta el momento que atraviesa nuestra sociedad, con la rápida expansión de la inteligencia artificial y con mandatarios como Donald Trump abrazándose a los oligarcas tecnológicos, le preocupa especialmente.
Google se tropezó con el descubrimiento de que cada vez que alguien interactúa con su buscador deja atrás datos privados que pueden analizarse para comprender su comportamiento y predecirlo. Google podía predecir la orientación sexual y política de una persona, su estatus económico o cultural… Eso se convirtió en la base de su negocio y el mundo cambió.
La IA es simplemente el capitalismo de la vigilancia continuando su evolución y expansión con algunas metodologías nuevas, pero aún basado en el robo de nuestros datos. Corrimos hacia internet pensando en la democratización del conocimiento. Pero a lo que acudimos con los brazos abiertos se ha convertido en una prisión de vigilancia sin barrotes ni guardias, pero también sin salida, sin escape. A menos que nuestros gobiernos se organicen y nos unamos en nuevas formas de acción colectiva para ejercer presión sobre nuestros líderes públicos, nada cambiará.
¿Algo positivo en todo esto? Sí. Han sucedido cosas muy significativas en Europa durante estos años: la Ley de Servicios Digitales, la de Mercados Digitales, la de IA. Pero los líderes de la UE están atravesando hoy un momento de duda. No saben si sería mejor simplemente apaciguar a Trump, o si es más prudente mantener las leyes tan importantes que han creado.
La investidura de Trump fue como una ceremonia de boda, un matrimonio entre Trump y los líderes tecnológicos. ¿Por qué estos hombres, que son inmensamente ricos y poderosos, que controlan todos los datos, la información y el conocimiento del mundo, necesitaban casarse con Trump? Ambos lados necesitaban algo que solo el otro podía darles. Las empresas tecnológicas necesitaban un mundo sin leyes, donde nadie pudiera decirles que esto es inaceptable e incompatible con la democracia. Solo Trump puede darles eso.
La regulación nos ayuda a entrar en la discusión de lo que está mal, pero, en última instancia, vamos a necesitar remontarnos al origen, adonde todo comienza, para hacer lo que deberíamos haber hecho al principio: llamarlo robo, prohibirlo e inventar una alternativa mejor, centrada en la humanidad.