No tengo puñeteras ganas de que Abascal sea vicepresidente,
me da igual que me digan "botifler" o "mamporrero".

sábado, 6 de diciembre de 2025

Reformar la Constitución solo por consenso. Sí.
El problema es que en estos momentos, "los otros"
no parece que esten dispuestos
ni a sentarse en la mesa.

lectura.kioskoymas.com/
ramon-jauregui
 Me gustaría destacar tres razones, de hoy, que avalan nuestra defensa de aquella Constitución:

La primera es que fue y es de todos. Sin exclusiones. Se trata de una Constitución abierta –no militante, se dice también– que acepta todas las opciones políticas, sin límite alguno, garantizando así el pluralismo político pleno, cuya raíz –conviene recordarlo hoy– es el reconocimiento del otro y la exigencia de respeto y diálogo con las opciones políticas ajenas. Las democracias están en crisis. También la nuestra. Las respuestas son múltiples pero hay una imprescindible: defender y fortalecer las instituciones democráticas y el Estado de Derecho. Si perdemos la fe en ellas o las desprestigiamos frívolamente, los caballos de Troya que atacan nuestra democracia la acabarán destruyendo. Por eso, defender la Constitución es defender nuestra democracia. Tan simple como cierto.

Un segundo factor es el reconocimiento de los indudables beneficios que la Constitución nos ha proporcionado. No hay, en la tumultuosa y fratricida historia española, un periodo tan largo –casi cincuenta años– con mayor nivel de libertad, paz y progreso que el que hemos disfrutado con ella. Incluso para quienes se abstuvieron o votaron en contra de aquel texto, puede decirse, sin temor a ofenderles, que la Constitución no ha representado un freno o un impedimento a sus aspiraciones y a sus proyectos.

Y la tercera razón. Todos los elementos claves de nuestra Constitución fueron consensuados sobre la base de mutuas renuncias. No hace falta enumerarlas, son bastante evidentes. 

Necesitamos proponer reformas constitucionales. Por ejemplo, para hacer más fácil su propia reforma, en aspectos no básicos, mediante procedimientos que no requieran referéndum. O para constitucionalizar nuevos derechos básicos (vivienda o sanidad), o para cambiar el Senado y el reparto competencial hacia un Estado federal, o nuestra inserción jurídica y política en Europa, o tantos otros capítulos que los cambios producidos estas décadas reclaman.

Hay que reformar la Constitución, sí, pero, una vez más, solo por consenso. Y hacer una nueva pretendiendo imponer nuestro modelo a los otros, no funcionaría. El problema es que en estos momentos, "los otros" no parece que esten dispuestos ni a sentarse en la mesa.