Hace tres años que nos anunciaron que dejaban
de matar, de extorsionar, de amenazar.
Casi todos nos alegramos de ello.
Para muchos la decisión fue fruto
de la correlación de fuerzas del momento
y no como resultado de un reconocimiento
a su fracaso.
Tres años después siguen sin disolverse
manteniendo sobre toda la ciudadanía la duda,
y la amenaza encubierta,
del por qué de su existencia actualmente.
Su disolución y el reconocimiento público
de cada uno de sus miembros
del enorme error de su estrategia militar
deben de seguir siendo piezas claves
para posteriores etapas de reconciliación.