El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

sábado, 23 de noviembre de 2024

Lo del Estado fallido no es un ejemplo de bulo.
Es el horizonte al que apunta la proliferación de los bulos.

 La agitación verbal acaba por agitar los ánimos, que es lo que busca, y de los ánimos agitados puede esperarse cualquier cosa. Así se crea un estado de opinión cada vez más amplio que asume como un hecho que la situación general de España es efectivamente la propia de un Estado fallido.
La parte de la sociedad que muerde con afán semejante anzuelo no puede no desear otro Estado, a menos que encuentre placentero el vivir en un Estado fallido, cosa improbable. De modo que tanto la insistencia en el Estado fallido como la receptividad ante semejante infundio lo que hacen es expresar el deseo de que el Estado actual —la España constitucional— se dé efectivamente por fallido y dé paso a otro modelo o régimen político, se supone que más fuerte, más autoritario, más centralizado, o simplemente más caótico y ya consumadamente libertario, ideal para las doctrinas del cuanto peor, mejor.
No me cabe duda de que algunos de los opinadores que se han lanzado por ese tobogán, llegados a ese punto, se llevarían las manos a la cabeza y dirían que ellos 
solo quieren “echar a Sánchez”
Pero al cambiar el agua del barreño —como suele decirse— hay que vigilar mucho con que no se acabe tirando también al niño. Y el niño por supuesto no es Sánchez. Por supuesto que no es Sánchez lo sagrado, sino el Estado. Por eso lo inquietante es que para hundir un Gobierno hayamos entrado en una carrera hiperbólicamente destructiva y en la que parece haberse infiltrado otro plan, otro propósito con un tufo trumpista y desestabilizador que apesta, en definitiva, a ultraderecha.
Y que la ultraderecha juegue a ser ultraderecha no debe sorprendernos. Pero que la derecha en teoría centrista se arme un lío —y nos líe a todos—con sus maniobras de supervivencia ante el colosal desastre de Valencia y su escandalosa gestión por parte del Gobierno valenciano, eso debe anotarse en la interpretación del momento presente y sus tendencias.
No vaya a ser que desacreditar el Estado llegue a ser conveniente incluso para aquellos partidos que representa que son partidos 
de Estado.
Dicho de otro modo: ¿Dar el Estado por fallido podría llegar a ser electoralmente rentable?