Seamos optimistas. Una primera lectura europea del resultado en EE UU puede dar la impresión de que la victoria trumpista dará alas a la ultraderecha. Pero también puede ser la más eficaz vacuna frente a ella.

lunes, 11 de noviembre de 2024

Trampismo y trumpismo.

Un trampista es un tramposo, un embustero, un engañador, un mentiroso, un falsario, un trolero y, atención, un petardista, es decir, un estafador.


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Isaías Lafuente

La arrolladora victoria de Trump ha resucitado en la conversación pública la palabra trumpismo, que los más optimistas creían que iba a ser enterrada antes de ayer por las urnas. El término es un neologismo que sigue la senda de movimientos de todo tipo que tomaron el nombre propio del fundador. Algunos específicamente políticos llegaron a nuestro diccionario, en donde podemos encontrar el marxismo, el estalinismo, el leninismo y, por razones obvias, el franquismo. No es el caso, aún, del trumpismo, pero si la RAE decidiera incorporar el término en un futuro, adaptando la grafía a la fonética, descubriría que ya lo tiene casi hecho.
Porque el trampismo, con a, nunca llegó al diccionario, pero sí que tenemos documentada desde hace cuatro siglos la palabra trampista. Y en sus sucesivas definiciones y sinónimos encontramos pinceladas que podrían definir al presidente electo de EE.UU. Porque un trampista es un tramposo, un embustero, un engañador, un mentiroso, un falsario, un trolero y, atención, un petardista, es decir, un estafador. Porque quien petardea es aquel que pide algo prestado con ánimo de no devolverlo, ya sea dinero, un libro o la confianza política. Ya nos hubiera gustado no hacer esta petición por innecesaria, pero mucho nos tememos que el trampismo ha venido para quedarse, para sobrevivir al propio Trump y para extenderse más allá de EE.UU. Así que quizás los académicos deberían plantearse acoger en el diccionario lo que ya está en la historia.