Vivimos en una sociedad sometida a tensiones permanentes. La ansiedad de algún partido por hacerse con el poder le lleva a considerar que las declaraciones de un delincuente como Víctor de Aldama se convierten en verdades absolutas, a pesar de no haber aportado una sola prueba de su veracidad y de haber implicado a la mitad del gobierno del Estado.
A veces, las cosas se explican de otra manera, cosas como la vertiginosa celeridad con la que se le ha puesto en libertad a esta persona.
El contexto político actual es obvio que requiere una regeneración ética, otra forma de hacer política porque si no es así, la desafección ciudadana se generaliza, la gente pasa de política y se deja el campo libre a toda suerte de conspiranoicos, fascistas, negacionistas de toda condición que pueden terminar gobernando, obsérvese el nuevo presidente de los Estados Unidos y el gobierno que ha compuesto.
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