No es de recibo que un político suba al poder porque promete defender unas ideas y luego, una vez en el mismo, ponga en práctica otras. Pero eso mismo lo estamos viviendo en España, con Rajoy, bajo un partido del otro extremo del arco parlamentario.
Es fundamental que en los sistemas democráticos europeos la ciudadanía tuviésemos recursos legales suficientes para que ningún gobernante pudiese poner en práctica medidas que fuesen en contra de las que llevase en su programa electoral. En España y en Grecia nos hubiésemos ahorrado unos gobiernos claramente antipopulares.