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Tsipras ha hecho lo que tiene que hacer un presidente de una democracia y lo único que podía hacer para seguir siéndolo: preguntar a su pueblo en un referéndum. Parece una locura en estos tiempos pero era lo más sensato. Fue votado para oponerse a la austeridad, no tiene la legitimidad de una mayoría absoluta para elegir por su cuenta y una decisión tan crucial debe consultarla. Si hubiera aceptado las condiciones de la Troika, habría tenido que dimitir. Si los griegos eligen aceptar el plan europeo, ha insinuado que lo hará para convocar elecciones. Es su manera de presionar a los suyos, claro, pero también un compromiso. La democracia otra vez viene de Grecia. Me das un ultimátum, te doy un referéndum. Es una mezcla de espíritu ateniense y espartano. Espartanos, si tenemos que morir que sea matando. Atenienses, si vamos a pelear que sea con el voto en la mano.