eldiario.es/zonacritica/Rosa Mª. Artal |
Estados Unidos se ha sobrecogido con la explosión de odio que vieron, ven y saben existe en las raíces de su historia. El periódico británico The Guardian recordaba en su editorial del lunes ( El fracaso moral que avergüenza a América) que, "escribiendo Mein Kampf en la década de 1920, Adolf Hitler elogió el racismo institucional de Estados Unidos como un modelo del que la Alemania nazi podía aprender".
El tiempo ha pasado, con avances de desarrollo, pero quedan raíces irreductibles que germinan en huecos seres susceptibles de interpretar en ese sentido el "América, grande otra vez". No por casualidad como se ve en su propio inspirador, Donald Trump.
La preocupación es intensa en quienes son capaces de entender lo que hay tras esa explosión de odio y elogio de la desigualdad. Lo que se palpa en las calles de muchas ciudades y pueblos de Estados Unidos con su rechazo al extranjero, al diferente.
Se nota en el ambiente. En miradas y en gestos, como cuentan los residentes. "En zonas donde tu color de piel y tu acento te delata como no bienvenido. En ataques racistas en los lugares más insospechados, como la cola de un supermercado", relata entre otros muchos detalles de alta significación Diego E. Barros en Ctxt.es. Allí están los votantes que encontraron en Trump el líder a medida que les llovió del cielo. El que dice las cosas como son.