el plural |
Ni bolardos, ni más controles policiales, ni mejor coordinación entre las distintas fuerzas de seguridad, el arma que más temen los radicales, es un abrazo como el que le dio el padre del niño de Rubí fallecido en el atentado, al imán de su ciudad. Javier Martínez, así se llama este hombre incapaz de odiar. “Comparto el dolor con los familiares de los terroristas. Lo comparto. Somos personas. Somos muy, muy, muy, muy personas. No estoy hablando como si estuviera drogado. No tomo ningún tipo de pastillas: no las necesito. Estoy hablando con el corazón”. Una declaración más peligrosa para los integristas, de todos los colores y religiones, que los miles de bombardeos realizados hasta ahora por las fuerzas “aliadas”.