Acabo de celebrar el 40º aniversario del Estatuto de Gernika, recuerdo aquella noche en La Casilla. Y sigo apostando por la profundización del autogobierno, y si es posible, de la actualización del acuerdo. Ahora bien, creo fundamental que se haga desde una concepción federalista del Estado español, que culmine con un acuerdo transversal más amplio incluso que el que tuvo el Estatuto de Gernika.
Por otra parte, también soy partidario de una desacralización de las formaciones políticas. Los partidos políticos deben recuperar su condición de herramienta, y no ser un fin en sí mismo. No son iglesias u organizaciones cuya pervivencia ideológicamente resulte imprescindible. Y hoy en día se constata la imposibilidad de renovar ciertas formas, hábitos, tradiciones y maneras de actuar desde dentro. Por eso entiendo que algunas prefieran optar por partir desde cero.
Así que creo necesario la existencia de herramientas que faciliten una clara apuesta por la política útil, por el acuerdo. Y eso no lo hemos visto este verano pasado durante la negociación para conformar un Gobierno. Apoyar un partido que trabaje por un Gobierno progresista, con instrumentos que no pongan su supervivencia por delante y que aseguren no impedir la formación de un Gobierno progresista en España ya.