No es un tema estrictamente de actualidad pero lleva sobrevolando entre nosotros demasiado tiempo y ya es hora de aclarar las ideas y los conceptos. En esta reflexión se habla fundamentalmente de Cataluña, pero sirve para todos los territorios de la Unión Europea, incluido éste desde el que escribo estas líneas: Euskadi.
Es un tema que hace unos años, con Ibarretxe, fue "matraca nacional", que sirvió para que los actuales tíbios del PNV* expulsasen del partido a los que opinaban que eso era un raca-raca aburrido e imposible, aunque ellos ahora, con Urkullu al frente, practiquen esa posición y por cierto, les va estupendamente. Actualmente, aquí, afortunadamente, ha quedado en nada. Esperemos que en Cataluña estos aires que aquí vivimos entonces, se vayan relajando como aquí.
Demandar un referéndum de autodeterminación de una parte del territorio en España – y en todos los países del mundo con sistemas políticos estables – es como plantear un cambio de régimen y, como tal, un acto revolucionario en su esencia. Es decir, algo imposible en un país democrático, más aún miembro de la Unión Europea. Un objetivo que es innegociable política y jurídicamente. No es que la independencia de Cataluña no tenga cabida en nuestro régimen político; es que la mera convocatoria de un referéndum de autodeterminación no es integrable en el sistema constitucional porque trasladaría la soberanía desde el pueblo español a una parte de él.
Es un tema que hace unos años, con Ibarretxe, fue "matraca nacional", que sirvió para que los actuales tíbios del PNV* expulsasen del partido a los que opinaban que eso era un raca-raca aburrido e imposible, aunque ellos ahora, con Urkullu al frente, practiquen esa posición y por cierto, les va estupendamente. Actualmente, aquí, afortunadamente, ha quedado en nada. Esperemos que en Cataluña estos aires que aquí vivimos entonces, se vayan relajando como aquí.
Demandar un referéndum de autodeterminación de una parte del territorio en España – y en todos los países del mundo con sistemas políticos estables – es como plantear un cambio de régimen y, como tal, un acto revolucionario en su esencia. Es decir, algo imposible en un país democrático, más aún miembro de la Unión Europea. Un objetivo que es innegociable política y jurídicamente. No es que la independencia de Cataluña no tenga cabida en nuestro régimen político; es que la mera convocatoria de un referéndum de autodeterminación no es integrable en el sistema constitucional porque trasladaría la soberanía desde el pueblo español a una parte de él.
Por otra parte, en el ámbito nacional español, la reivindicación de un referéndum de autodeterminación nutre de apoyos radicales a los partidos de derecha y ultraderecha.
Por todo ello, la posición de ERC, insistiendo en un referéndum de autodeterminación no podrá tener otro efecto real que alimentar el debate político y mediático sobre la independencia de Cataluña, favoreciendo a unos – los partidos independentistas y los conservadores – y dificultando la tarea a otros – la izquierda –.
Si esta quiere evadirse de tal presión bipolar, deberá desarrollar una firme estrategia que deje claro a la ciudadanía española que un referéndum de autodeterminación en Cataluña será un imposible, una quimera sin virtualidad alguna. Y que cualquier hipótesis sobre su posible existencia es una falacia y un modo de desinformación que sólo pretende engañar a la opinión pública.
Si esta quiere evadirse de tal presión bipolar, deberá desarrollar una firme estrategia que deje claro a la ciudadanía española que un referéndum de autodeterminación en Cataluña será un imposible, una quimera sin virtualidad alguna. Y que cualquier hipótesis sobre su posible existencia es una falacia y un modo de desinformación que sólo pretende engañar a la opinión pública.