en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 22 de febrero de 2023

No vale ser pacifista según la guerra
que tengamos cada momento.
Ser pacifista es difícil, y más ahora
que vamos contracorriente.
Los pacifistas no queremos ninguna de las guerras,
esta tampoco.

 Parece que el No a la Guerra de 2023 será con toda probabilidad un grito en voz baja, minoritario, que probablemente juntará en las calles del Estado a unos pocos miles de pacifistas.
Cuando en 2003 fuimos entre 10 y 15 millones.
¿Es diferente el pacifismo de 2003 al de 2023?
¿Acaso 
ser pacifista significa hoy en día apoyar militarmente a Ucrania
 y, en consecuencia, no alzar la voz contra esta guerra?

Es cierto que la guerra en Ucrania es diferente porque esta vez apoyamos a la parte inicialmente más débil, no como en Afganistán, Irak, Libia, Yemen, Sahara, Israel... donde España y sus aliados apoyaron o apoyan militar y políticamente al fuerte.

Es también cierto que es más fácil ser pacifista, o al menos estar en contra del apoyo militar, cuando nuestro gobierno está con los agresores que no con los agredidos.

También es relevante la cuestión del derecho de legítima defensa, recogido en la Carta de Naciones Unidas.

En fin, la cuestión de cómo posicionarse como pacifista ante esta situación nos obliga a evitar análisis simplistas.

Un año después, la guerra de Ucrania parece emprender el camino largo de muchas otras guerras y cuanto más tiempo pase, más difícil será la paz. Ser pacifista no es querer prolongar la guerra, es mirar atrás y aprender de los errores del pasado, como por ejemplo, la guerra de Irak que, está claramente demostrado, no trajo un mundo más seguro.