En un argumentado artículo publicado en las páginas de El País, Ignacio Sánchez-Cuenca invitaba a reflexionar sobre lo que deberían hacer las fuerzas progresistas, y más en concreto el PSOE, para impedir que el Partido Popular quede atrapado por Vox, en un hipotético escenario de mayoría absoluta de las derechas. Joan Coscubiela, director de la Escuela del Trabajo de Comisiones Obreras, argumenta que la intensidad del movimiento hacia la ultraderecha es de tal magnitud que no se frena con movimientos tácticos de ese tipo.
Es absolutamente legítimo e intelectualmente honesto que nos planteemos esta hipótesis, pero no creo que sea políticamente oportuno. Comparto el objetivo de evitar que una coalición del PP con Vox arrastre a la política española hacia posiciones ultranacionalistas, negacionistas, xenófobas y antidemocráticas.
Pero “salvar” al PP de las garras de Vox para proteger la democracia no creo que dependa de la actitud que adopten las fuerzas progresistas, sino de otros factores, como por ejemplo, de la correlación interna que se dé en el bloque de la derecha.
Cuanta más fuerza obtenga Vox menos margen de maniobra tendrá el PP para ejercer su autonomía política. Y de momento no parece que los conservadores sepan salirse del callejón sin salida en el que se han metido. El electorado del PP es muy plural, pero sus estructuras comparten buena parte de los postulados ideológicos de Vox y no estoy seguro de que en el PP quieran ser salvados.
La creación de burbujas comunicativas que permiten convertir falsedades en hechos alternativos y la mentira sistemática en estrategia política exitosa son "herramientas" con las que cuenta la derecha y la derecha extrema, y no parece que estén dispuestos a renunciar a semejante golosina.
La profundidad del movimiento tectónico hacia la extrema derecha es de tal magnitud que no se frena con movimientos tácticos a corto plazo.
La hipótesis de dejar gobernar al PP no creo que evitara el deslizamiento hacia la ideología y políticas de las extremas derechas y en cambio tendría efectos negativos. Entre ellos, frustrar la construcción de alternativas, generar de nuevo la imagen de la indistinción política y alimentar aún más la desafección democrática de amplios sectores de la ciudadanía.
