El partido de Carles Puigdemont ha conseguido estas dos últimas semanas un intenso protagonismo mediático, pero la notoriedad alcanzada es inversamente proporcional al peso político ganado.
Lo que Junts ha decidido hacer es paralizar la institución de la que forma
parte con una oposición sistémica, de principio, que implica el veto a todas las leyes sin tener en cuenta su contenido y su necesidad. La negación de la utilidad de la política. El voto negativo a las leyes del Gobierno le alineará sistemáticamente con el bloque de la derecha y la ultra derecha.
Con esta decisión está claro que Cataluña no gana nada. Pero es dudoso que Junts vaya a conseguir algo más que unos cuantos titulares efímeros y, sin duda, ya ha defraudado a quienes esperaban que Junts se consolidara como la heredera del posibilismo de CiU.
Así que, con la posición de irrelevancia en la que voluntariamente se ha situado en Madrid y la que ya tiene en Cataluña desde que decidió dejar el gobierno de la Generalitat, Junts se convierte en una fuerza política cada vez más gaseosa.
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