Algunos expertos vaticinan ya un futuro en el que prácticamente todos nuestros objetos personales (fotografías, vídeos) y culturales (películas, discos...) estarán en la nube, es decir, en un entramado de servidores cuya ubicación ignoramos. Así, en teoría, nuestras pertenencias digitales estarán disponibles en todo momento a través de cualquier dispositivo con acceso a la Red. La contrapartida, según alertan otros, es la dependencia de la conectividad, el riesgo de perder privacidad y la incógnita sobre cómo puede modificar el consumo cultural.
El éxito de la nube radica en la facilidad y comodidad para manejar sus servicios. La computación en nube (o cloud computing) es un término que originalmente aludía sólo al modo de coordinar varios ordenadores para mejorar la eficacia de su capacidad de computación. Ahora su sentido se ha ampliado y se aplica también al modo de gestionar la información digital impulsada por los usuarios; un nuevo entorno que ha acentuado los cambios nacidos con la digitalización. Los contenidos dejan de ser tangibles en un soporte físico y se consumen directamente online.
Los dispositivos pasan de ser elemento central a ser medio para el acceso. Pasan de funcionar como continentes a actuar como enganches en la nube, donde suceden las cosas.
La cuestión es determinar quién tiene la soberanía de los datos. Si uso la nube de Google, ésta controla también mis datos. Puede usarlos, por ejemplo, para colocarte anuncios en tu cuenta de Gmail según tu capacidad adquisitiva. El usuario puede encontrarse un buen día con que el fruto de su trabajo ha desaparecido, o que aparece bajo cláusulas de reutilización inaceptables. Proyectos enteros didácticos, de investigación, etcétera, pueden perderse. No debería ser admisible ningún sistema de creación de materiales en la nube que no cuente como mínimo con la posibilidad de crear una copia de respaldo en el ordenador.
Microsoft, rey de los sistemas operativos preinstalados en los terminales (algo así como lo opuesto a la nube), ya ha respondido. A partir de 2010 ofrecerá gratis en Internet versiones sencillas del programa Office para netbooks.
En cualquier caso, la desmaterialización de los bienes culturales y personales parece irreversible. Habrá nube y almacenamiento local de bienes digitales. Y cualquier administración, vasca o de cualquier otra parte del planeta, que invierta "a futuro", sin tener en cuenta a "la nube", que ya está entre nosotros, estará haciendo un ejercicio de derroche económico y falta de previsión.