Se acaban las fiestas y a la hora de hacer balance nos quedan dos sensaciones diferentes. Durante el día las diferentes alternativas han cumplido, en general, con las expectativas que uno podía esperar. En general, bien aunque la crisis se deja notar, por ejemplo, en los minutos finales de los fuegos artificiales.
En la hostelería, pocas novedades, a no ser que mencionemos la organización del gremio a la hora de presentar una oferta como si de una carrera de relevos se tratase con el fin de mantener a la clientela toda la noche con el cachi en la mano.
Nunca entenderé la necesidad de este sector de aumentar los decibelios de manera manifiestamente molesta para los que se acercan obligados a hablarse a la oreja y para los que, no solo no se acercan, sino que quieren descansar en las viviendas próximas. Solo lo entiendo con el fin de mantener al personal despierto y dispuesto a beber sin tardanza para que la rueda clientelar gire sin parar.
Simpático euskerenglish el que empieza a frecuentar algunos carteles que te invitan a continuar la fiesta aunque esta haya acabado, siempre y cuando te quede algún euro en el bolsillo.
En fin, a la noche mas de lo mismo, ruido y más ruido nocturno. Toque pancartil en el Ayuntamiento para recordarnos quienes ocupan ahora su gobierno y como actividades mas plausibles, el baile que se monta en la plaza del ayuntamiento a las tardes, el espectáculo de "Los caballos de Menorca" o la música de Txarango.