Tras cinco años en el poder, Emmanuel Macron revalidó ayer la presidencia, pero la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, consiguió un ascenso innegable y justifica la alarma en Francia y en el resto de Europa.
Se ha instalado en Francia una forma de política en la que lo único que parece importar es lo que hay que evitar. Pero ninguna democracia puede sobrevivir bajo esa lógica defensiva de resistencia.
Es el menos malo de los sistemas políticos precisamente porque asegura el control del poder, que es lo que quieren eliminar los populismos de la derecha.
Se ha instalado en Francia una forma de política en la que lo único que parece importar es lo que hay que evitar. Pero ninguna democracia puede sobrevivir bajo esa lógica defensiva de resistencia.
Es el menos malo de los sistemas políticos precisamente porque asegura el control del poder, que es lo que quieren eliminar los populismos de la derecha.
La victoria de Macron suena a última advertencia. Parados y obreros han votado en masa a Le Pen. Solo la potencia de la respuesta democrática a los problemas y angustias de las mayorías sociales podrá funcionar como arma de combate contra la función de la ultraderecha como refugio de la rebeldía y el descontento.