La ultraderecha ya gobierna en una parte de España por vez primera desde el final de la dictadura, tras la investidura de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de Castilla y León.
Y lo ha conseguido gracias a un PP que acaba de renovar su liderazgo con una buscada imagen de moderación mientras avala como aliado a un partido que volvió a evidenciar en el debate en las Cortes de Valladolid su discurso populista, reaccionario, antifeminista, negacionista del cambio climático y dispuesto a acabar si puede con el Estado autonómico y derogar el Título VIII de la Constitución.
Pero ... ¡ojito!
Si el mensaje que lanza el PP a los votantes es que "podeis votar con el corazón o con la cabeza, da igual, porque después nos juntamos y gobernamos juntos".
Y lo ha conseguido gracias a un PP que acaba de renovar su liderazgo con una buscada imagen de moderación mientras avala como aliado a un partido que volvió a evidenciar en el debate en las Cortes de Valladolid su discurso populista, reaccionario, antifeminista, negacionista del cambio climático y dispuesto a acabar si puede con el Estado autonómico y derogar el Título VIII de la Constitución.
Pero ... ¡ojito!
Si el mensaje que lanza el PP a los votantes es que "podeis votar con el corazón o con la cabeza, da igual, porque después nos juntamos y gobernamos juntos".