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Acto seguido, me imagino, entrarían unos operarios vestidos a lo chernóbil para sanear la fosa séptica.
Apena han hecho falta setenta añitos y una ley aprobada en Cortes.
Manda cojones.
Mientras tanto, un nido de ratas entrando, a la derecha, con los despojos de ese traidor compulsivo.
Te niegan el entierro en sagrado si abortas en el primer trimestre, pero cada tres mil represaliados te acercan dos pasitos al altar.
Lo del quinto mandamiento es una cosa curiosísima.
Dice Feijóo que a él le preocupan más los problemas de los vivos. Solo faltaría. Alberto, cariño, que esto lo hacemos por nosotros, que el bisabuelo de alguien ni siente ni padece.
Se escucha de nuevo la cantinela de «los profanadores de tumbas».
Aquí un dilema: si un comando abertzale sepultase a algún asqueroso etarra bajo la fuente de Cibeles, ¿se le deja o se le saca?