No es la mejor noticia, pero acaban de darse a conocer las cifras de ventas españolas de armamento en el primer semestre de 2013. Y los datos posiblemente serán buenos para la balanza de pagos pero son nefastos desde el punto de vista de la paz y la seguridad. Entre enero y junio, España triplicó sus ventas de material de defensa con respecto al mismo periodo del año anterior, sumando más de 1.800 millones de euros. La cifra es casi igual a la de todo el año 2012.
Aparte de los destinos, las cifras son preocupantes. Aunque se haya dicho mil veces es preciso repetirlo. En torno a 750.000 personas mueren cada año por la violencia armada, dos de cada tres en países que formalmente están en paz. En el mundo se producen dos balas por persona y año, según la campaña Control Arms. Cada uno de nosotros podría morir dos veces y aún sobrarían balas.
Es bien sabido que las armas no son la causa de la violencia pero actúan como facilitadores y agravantes. En situaciones de tensión, inestabilidad, instituciones incapaces y falta de seguridad, la disponibilidad de armas hace que la violencia escale cualitativa y cuantitativamente. Tienen un impacto claro en la paz y la estabilidad, los derechos humanos y el desarrollo.
Como último apunte, España firmó en junio de 2013 el Tratado Internacional sobre Comercio de Armas, que regulará el comercio mundial de armamento cuando alcance 50 ratificaciones y entre en vigor. No lo ha ratificado todavía. Quizá no sea significativo, pero la firma estampada en el Tratado no es la del ministro de Asuntos Exteriores sino la de José Manuel Soria, ministro de Industria. Puede ser una anécdota, o una indicación de cuáles son las prioridades de este Gobierno en relación con la industria militar.