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lunes, 7 de abril de 2014

Drogas y legalidad

A mi juicio, la persecución inquisitorial de las drogas es uno de los más serios argumentos contra el supuesto de que los seres humanos nos regimos mayoritariamente por pautas racionales. ¿Es verdaderamente plausible pensar que en la época de mayor desarrollo de la química y en un planeta en que tantas especies naturales pueden ser utilizadas para producir sustancias que alteran de un modo u otro la conciencia la simple persecución policial puede acabar con ellas? ¿No contribuirá mejor a convertirlas en el más fabuloso de los negocios y por tanto a perpetuarlas? A la vista están, por desgracia, los lamentables resultados de esta cruzada no sólo estéril en lo que se propone sino dañina sin poroponérselo. El aumento exponencial del gangsterismo internacional, la corrupción de policías y gobernantes en los países de estructura institucional más frágil, la adulteración de las sustancias hasta hacerlas irreconocibles e inmanejables a sus usuarios, el truculento atractivo transgresor añadido por la prohibición para los más jóvenes, etc… La venta de drogas y su consumo son falsos delitos cuya penalización ha fomentado la aparición de muchos crímenes verdaderos, hasta el punto de convertirse en una amenaza potencial para la estabilidad de algunas repúblicas latinoamericanas y de muchos ciudadanos en todas las latitudes.

También en este asunto la educación y la información sensata podrían sustituir ventajosamente a las medidas meramente represivas, inútiles o contraproducentes. Las genéricamente llamadas ‘drogas’, que van desde la doméstica mariguana hasta otras mucho más peligrosas como la heroína, el crack y quien sabe cuántas nuevas posibles variantes sintéticas (por no hablar de otras legales, como el café o el alcohol, o a caballo entre la legalidad de venta y la semiprohibición de consumo público, como el tabaco) no van a desaparecer del mundo porque se las persiga aparatosamente: sólo aumentarán de precio. Incluso sustituirlas por variantes autorizadas no asegura buenos resultados, como está pasando con los cigarrillos de vapor que acabarán tan arrinconados como los otros: recordemos que la heroína fue al comienzo una medicina para aliviar a los morfinómanos… ¿No sería mejor que esas sustancias fuesen vendidas bajo control legal, pagando impuestos, y acompañadas de la debida información sobre las indicaciones y contraindicaciones de su uso, así como los peligros de su abuso?

F. Savater en El Correo de ayer