Esta semana hemos conocido la dimisión de la directora general de San Sebastián 2016, Itziar Nogueras, y la destitución de Txema Urkijo en el equipo de la Secretaría de Paz y Convivencia del Gobierno vasco. Ambas son expresión de una crisis larvada en el tiempo.
En el caso de San Sebastián, la situación es grave, pues lejos de una crisis coyuntural los datos apuntan a una permanente incapacidad de los responsables institucionales (Ayuntamiento, Diputación, Gobierno vasco y Gobierno central) para conducir el proyecto de ‘Donostia 2016, Capital Europea de la Cultura’, desde el consenso, la lealtad institucional y bajo un liderazgo asumido y compartido por todos.
La destitución de Txema Urkijo expresa igualmente una evidente situación de crisis en el seno de la Secretaría de Paz y Convivencia. Al igual que sucede con los ceses por ‘causas personales’, es muy difícil aceptar que el motivo real de la destitución hayan sido las diferencias observadas en relación con la «metodología de trabajo en común», negando la existencia de desacuerdos políticos.
No estamos ante un problema de funcionamiento de un equipo de trabajo, ni de una cuestión de caracteres, aunque puede haber incompatibilidad. La explicación dada nos lleva directamente al ámbito de la política, de las iniciativas y de las prioridades en materia de paz y convivencia.
Es un ejemplo de en dónde se sitúa la discrepancia. Lo que resulta desalentador es que en un órgano cuyo cometido es la paz y la convivencia y donde el diálogo se entiende como imprescindible para la resolución de conflictos, se resuelvan con el cese las situaciones de desencuentro. Un mal ejemplo.
Xabier Gurrutxaga (El Correo)