El lazo azul. La primera persona a la que se lo vi llevar en público como símbolo de la repugnancia que le producía el terrorismo de ETA y, por extensión, cualquier tipo de violencia –incluida la auspiciada desde la cloacas del Estado– fue a Txema Urkijo. De esto han pasado varias décadas.
La primera persona a la que vi sosteniendo una pancarta en silencio para condenar el último asesinato fue Txema Urkijo. Y con él, su círculo familiar y sus amigos, que le siguieron en un Llodio cobarde y amordazado por el miedo. Recibían insultos y, en más de una ocasión, agresiones físicas. De esto también han pasado varias décadas.
La primera vez que vi a un amigo con dos escoltas, uno a cada lado, porque su nombre había aparecido en unos papeles como objetivo de los pistoleros, resultó ser Txema Urkijo. De esto hace solo unos pocos años.
Y ahora leo que Txema Urkijo ha sido destituido como asesor del lehendakari para atención a las víctimas. Precisamente una asociación de víctimas –Covite– pone en duda el compromiso de Txema Urkijo con quienes han padecido el terror.
En las últimas décadas, Txema Urkijo se ha dedicado en cuerpo y alma a la tarea de conseguir que la sociedad que miraba hacia otro lado volviese sus ojos a las víctimas. Consideraba y considera que es el primer paso ineludible para lograr la reconciliación.
No sé cómo encaja Txema Urkijo en el organigrama de un Gobierno nacionalista una vez que ETA ha dejado de matar. Lo desconozco. Pero sí sé que ni el PNV, ni Covite van a dar lecciones a Txema Urkijo sobre lo que es cercanía a las víctimas del terrorismo. Está anudado a ellas con el lazo azul.
Mª Vegas Martín (El Correo)