Repetir "la calle", como hace ahora el PP/VOX y antes hicieron otros, el eco de Manuel Fraga (la calle es mía) todavía resuena en muchas de sus mentes ultraderechistas, supone imaginar a la ciudadanía como una sola entidad que piensa de la misma manera y que solo es capaz de entender aquel que la menciona.
En teoría, la calle, para ellos, es cada uno de esos ciudadanos que parece que quieran siempre la misma cosa. Pero la realidad es muy distinta. A veces, en política se emplean términos que quieren decirlo todo y en el fondo no dicen nada: la calle es como la gente o el pueblo o el mundo. Pensarlo así, es un concepto claramente antidemocrático porque no acepta la diversidad real.
La calle es toda la ciudadanía. Y la ciudadanía que vota, porque esto es una Democracia, ha decidido que los que se llenan la boca de esa palabra, y luego insultan a los demás, en España, hoy, son minoría.