El duelo empalagoso por la muerte de Bergoglio es una muestra infalible de que el márquetin lo ha manejado como dios.

jueves, 17 de abril de 2025

¡Qué bien nos habría venido ahora tener en Europa
aquella Constitución que en su día se despreció!

 Si en estos momentos han entrado las prisas y los nervios por avanzar hacia una mayor independencia de Europa, se supone que se debe a que algo nuevo ha sucedido **.
Se aduce que lo “nuevo” ha sido, de un lado, la agresividad de la Rusia de Putin al invadir Ucrania y, de otro, 
las declaraciones de guerras comerciales y político-ideológicas de Trump, sin olvidar nunca el genocidio de Netanyahu en Palestina. 

**Poco nuevo, los tres caso llevan muchos años en el candelero. 
Había, por lo tanto, poderosas razones para que la UE hubiese tomado, hace tiempo, medidas para avanzar hacia la autonomía estratégica. Pero fuimos tan ingenuos o negligentes que pensamos, unos más que otros, que toda la vida se iba a estar bajo la protección o paraguas de la OTAN de EE UU; que la Rusia de Putin, un nacionalista e irredentista irrestricto, seguiría aceptando cualquier cosa, después del colapso de la URSS y del avance de la OTAN. Era, desde luego, más cómodo y barato externalizar la seguridad y la alta tecnología a los estadounidenses; la energía a los rusos o los árabes; las manufacturas a los chinos, etcétera, etcétera.

Y a veces, conviene recordar que ya en 1954 la Asamblea Nacional francesa rechazó el proyecto de la Comunidad Europea de la Defensa. Luego, todavía fue más grave cuando, en 2005, en Países Bajos y Francia se votó en contra del proyecto de Constitución europea que, por el contrario, la ciudadanía española apoyó.

¡Qué bien nos habría venido ahora tener esa Constitución,
ante los grandes retos que tenemos que afrontar!