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Hay un relato generalizado sobre los aranceles que solo se puede creer quien no sea marxista. Y es que los aranceles son malos para todos. Que nos empobrecerán a todos. No, empobrecerán a los de siempre.
Si algo hemos aprendido es que las crisis siempre la pagan los mismos, pero enriquecen a muchos. Los aranceles generarán desigualdad y habrá quienes se enriquezcan de manera desaforada generando más desigualdad.
No seamos necios. La imposición de aranceles por parte del país más poderoso puede generar efectos negativos evidentes en las economías, pero pueden ser una oportunidad para dejar de depender del abusón del mundo y acercarnos a otros países como China que al menos no quieren imponer su visión del mundo a Europa.
La guerra comercial de los aranceles es una batalla contra los pobres en la que perderán aquellos que tienen menos oportunidades para librarse de las medidas del multimillonario naranja. Pero en sentido político puede ser una oportunidad para avanzar hacia un mundo más justo en el que las decisiones que afectan a todo el mundo no dependan de los delirios de turno del que ocupe la Casablanca. La pandemia fue un caso perdido para avanzar en esa dirección y ahora de forma paradójica Donald Trump nos ha brindado otra ocasión para remediar el error.