Comenzó en 1985 por el impulso de un puñado de jóvenes que, armados de valor y compromiso, salieron poco a poco a las calles en silencio para concentrarse en protesta por cualquier «muerte violenta», fuera quien fuera su víctima.
Su necesario grito por la paz como repulsa a un atentado se llegó a escuchar en más de 200 concentraciones a la vez, en multitudes que retrataban la pluralidad vasca.
Hubo más expresiones de rechazo al terrorismo y a otras violencias, pero la de Gesto fue de las que mejor encarnó la defensa de los derechos humanos entre tanto horror y sinrazón.
Ahora que se cumplen 40 años de su fundación, cobra mayor valía si cabe la decisión de sus participantes, anónimos y públicos de toda condición, de dar la cara en las calles entre muestras de incomprensión e, incluso, de abierta oposición en aquellas ‘contra manifestaciones’ que pasarán a la historia como una aberrante anomalía de esa etapa oscura ya superada.
Gesto, disuelto tras el fin de ETA, dio luz en aquel siniestro túnel.
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