A nuestro lehendakari se le podrán reprochar muchas cosas en la gestión de su proyecto: no haber buscado el suficiente consenso ni haber involucrado al resto de partidos; no haber acertado con la oportunidad; haber asustado a algunos militantes del PNV y haber sumido en la confusión a muchos votantes; haberse enrocado con un tema que se acaba percibiendo como el único que parece interesar a los políticos nacionalistas; haber planteado unas preguntas completamente insulsas; haber generado estrategias contradictorias, improvisadas e incoherentes en la defensa de sus posiciones, o haber sido el causante de que los ciudadanos tengamos la impresión de leer por segunda vez una novela policíaca de factura extremadamente simple.
Pero, aun siendo eso así, no se debe olvidar que un sistema democrático puede tener también una legislación que permita realizar consultas de este tipo con la mayor naturalidad, sin que por eso deje de ser democrático. Ni sea menos democrático que el que tenemos. Es más: en opinión de no pocos analistas, sería incluso más democrático. Decisiones de este tipo dependen en cada ocasión de leyes cambiantes, no de afirmaciones etéreas sobre calidad democrática.
Me he manifestado en estas páginas en contra de la consulta planteada por el lehendakari, arguyendo precisamente algunas de las razones que acabo de enumerar. Pero de ahí a pensar que el hecho de que un lehendakari pueda plantear una consulta en Euskadi atenta contra la democracia media un trecho largo. Es la Ley la que no permite consultas en estas condiciones, no la democracia. A los ciudadanos sólo nos resta intentar que cambie la ley, si no nos gusta. Algo que, me temo, no va a resultar fácil.
Recogido del artículo Democracia y Ley, escrito por Pello Salaburu para El Correo .