Comentaba el amigo Gurru que cuanto menos precavido se haya sido, más razones existirán para considerar que el sentimiento de fracaso tiene bases sólidas. Por consiguiente, en todas estas cuestiones relativas a la Ley de consulta, la pregunta que deberían formular sus promotores es si se ha actuado precavidamente; es decir, con la diligencia suficiente como para evitar un desenlace que presuntamente no se quería. A la luz del resultado habido hasta el presente está claro que la respuesta es negativa. Pero lo más grave, lo que roza lo temerario, es que desde el mismo momento en que se decide tirar adelante se era consciente de las dificultades y, por consiguiente, se contaba ya con este desenlace como final más probable.
La propuesta tenía desde su primera formulación, ahora justamente un año, vicios de origen. Entre ellos, el más grave, el de dirigirse en primer lugar a La Moncloa, sin haber intentado obtener en Euskadi previamente el consenso interno indispensable, para abordar a posteriori con mayor protección política el diálogo y, en su caso, la negociación con los representantes del Estado.
Se ha insistido machaconamente que la naturaleza del problema es eminentemente política más que jurídica y judicial, pero, sin embargo, desde el inicio los promotores han optado por resoluciones de carácter normativo-legal, con lo cual se le ha dejado en bandeja al presidente del Gobierno la opción de pasar la 'pelota' a los tribunales a través del recurso pertinente.
Ya ha pasado un año desde que se presentó la iniciativa. La misma ha resultado abortada. Ha resultado ser un camino que tal como ha sido trazado no ha llevado a donde estaba previsto. Seamos agua. ¿Recordáis? Be water my friend. Aparquemos el instrumental no útil, retomemos caminos mas amplios y avanzemos con mayor caudal. Entonces será imparable.