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Las palabras no son neutras cuando se utilizan, ni responden a criterios objetivos y exactos: las palabras de un discurso, por el contrario, buscan en gran parte crear la realidad social que definen. Sobre esto hay un libro muy interesante de George Lakoff titulado "No pienses en un elefante" y cuya lectura es muy recomendable. En el mundo de la mente humana es válida una proposición tan anómala para la física como la de «to do things with words».
Se les califica como «euskal presoak», los presos vascos. No se les define por sus características personales relevantes, por el dato jurídico concreto que les ha llevado a la cárcel. No se exige que vuelvan a casa 'los terroristas presos', o 'los etarras presos', o 'los violentos encarcelados', como parece que sería congruente, sino que se refieren a ellos como «los vascos presos». Se intenta crear una realidad particular y propia, muy distinta de la que pudiéramos denominar fría y objetiva.
La condición repugnante de terroristas o asesinos de los presos desaparece y se convierte por mor de la magia del lenguaje en una cualidad entrañable y cercana: son 'vascos presos'. Cercanía emocional reforzada por otro término coreado: «Etxera», «a casa». Un término evocador de familiaridad, íntimo, próximo a nuestra vivencia. Son nuestros y los queremos en casa, eso es lo relevante. Lo que hayan podido hacer no se menciona, desaparece del lenguaje y así también de la realidad social. Incluso se deja caer una preciosa y precisa semilla hermenéutica al asociar los dos términos: 'son presos... porque son vascos'.