“ETA no volverá a matar, nunca jamás”. Así lo afirman voces de la autoodenominada "Izquierda Abertzale". Si esa es la convicción real que
se tiene y, además, se considera que el cese definitivo de la
actividad armada era un imperativo político insoslayable, no tiene
sentido democrático la resistencia a asumir como propia la necesidad
de solicitar a ETA su disolución.
¿Cuál era
el problema para dicha petición, si ya se tenía interiorizado que
la actividad armada era un problema grave para su propio proyecto? La
respuesta no es otra que la puesta en escena, lo ritual.
La izquierda
abertzale debería valorar el acuerdo conseguido esta semana en el Congreso como
un paso importante; especialmente porque incorpora al PP a una
política de entendimiento con las otras formaciones.
Si la
izquierda abertzale diera el paso que debe dar, las instituciones
vascas podrían ser las protagonistas de un acuerdo muy relevante
para la convivencia democrática en Euskadi.
Xabier
Gurrutxaga en EL CORREO